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DAMASCO.-
"Esto no es un juicio, es una farza", fueron las expresiones con
las que el ex dictador iraquí respondió a la primer pregunta
con la que un tribunal parcial lo juzga en Bagdad, en medio de la ocupación
norteamericana. Al identificarse, se autotituló "Saddam Hussein,
Presidente de Irak". Los jurados, designados por el ejército
invasor, sonrieron socarronamente y comenzaron lo que es una teatralización
de la justicia.
En Irak, no hay un gobierno legítimo que controle el país,
actualmente invadido, y desde allí suena a grotesca cualquier acción
en tal sentido, considerando que apenas unos días antes se había
realizado un cambio de administradores. En medio de una violencia irrefenable,
en la cual los ocupantes no logran (a pesar de su superioridad militar)
controlar las calles céntricas ni ingresar en los barrios de los
suburbios. Es habitual que los atentados cobren entre 10 y 20 víctimas
diarias, algo de lo que se conoce extraoficialmente a pesar del celo en
la censura que Estados Unidos ha impuesto desde el comienzo del ataque.
Los temas por los cuales se lo está juzgando, no son la presunta
creación de armas e destrucción masiva sino asuntos de represión
y política interna del gobierno del Bass durante varias décadas.
La armas, peligrosas para occidente, que jamás encontraron ni los
observadores ni los invasores, "jamás serán encontradas"
según admitió el Primer Ministro inglés Tony Blair,
socio en la aventura bélica.
Hussein, que ha conservado la barba con que se lo encontró en su
escondite bajo tierra en un descampado, reiteró que el verdadero
criminal es George W. Bush, "quien deberá responder por la destrucción
a la que somete a mi país".
El "reo" es trasladado fuertemente custodiado y esposado junto
a una cadena que le recorre las piernas. Se teme que un atentado martirice
al ex hombre fuerte de ese país antes que sea condenado (y eventualmente
trasladado a Estados Unidos).
Julio 2004-07-09 ©