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Los curas villeros dan a conocer una declaración para la integración urbana.
BUENOS
AIRES.- El Equipo de Sacerdotes para las Villas de la Ciudad de Buenos Aires
es un grupo de casi veinte curas que desde hace dos décadas rescatan
el ideario cristiano de compromiso con los más pobres que supo encarnar
el asesinado Padre Carlos Mugica. Viven y trabajan en los sectores mas marginados
de la Capital argentina y desde allí luchan contra un montón
de cosas, entre las que se destacan su lucha contra la droga que somete
a los jóvenes. En esta oportunidad hacen un llamado a la integración
urbana para que los barrios no sean ghetos.
A continuación reproducimos integramente el documento dado a conocer
en plena semana de Mayo.
Celebrar el Bicentenario en la Ciudad de Buenos
Aires
(2010-2016)
Estamos entrando en la celebración del
Bicentenario de nuestra Patria (2010-2016). La Misión de la Iglesia
en la Argentina no puede estar separada de este acontecimiento. [1] El anhelo
es poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión
social.[2]
Como Equipo de Sacerdotes para las Villas de la Ciudad de Buenos Aires nos
preguntamos: ¿cómo hacer realidad este anhelo en nuestros
barrios?
La pastoral popular que desarrollamos desde el Evangelio, tiene como horizonte
contribuir a la integración y unión de un pueblo
unir al pueblo que está en las villas con el pueblo de la ciudad.[3]
Sabemos que los retrasos en la integración tienden a profundizar
la pobreza y las desigualdades,[4]por eso nos parece imprescindible
trabajar por la integración urbana.
Ahora bien, al tratar de pensar los sucesos de hace ya doscientos años,
y que todos conocemos, buscamos recoger con el pensamiento y traer a la
memoria las cosas ocultas, descuidadas y dispersas. Es necesario que la
memoria de un pueblo que celebra busque en si misma lo que se ha escapado,
pero no se ha perdido, sino que sólo está oculto.
Cuando leemos, escuchamos o vemos relatos sobre nuestra historia solemos
encontrarnos con nombres de un grupo muy reducido de la población.
Cuando estudiamos por ejemplo el período independentista del que
ahora comienza a celebrarse su bicentenario, los nombres que se mencionan
son los de personas que fueron muy importantes en el proceso, pero que evidentemente
no lo hicieron solos. Miles de mujeres y hombres cuyo recuerdo casi se ha
perdido fueron también partícipes del proceso de independencia
y su acción fue decisiva en los acontecimientos que estamos celebrando.
Por eso, si se tiene en cuenta sólo a quienes hoy tienen calles que
llevan sus nombres, se está centrando la atención nada más
que en una minoría ilustrada. Y queda afuera el grueso de la población,
lo que en la época se llamaba el bajo pueblo. Pero si
no contemplamos la acción de ese bajo pueblo no entendemos la historia
en su plena verdad.
Queremos destacar entonces, la influencia del bajo pueblo en
los acontecimientos que celebramos: ese grupo no fue una caja de resonancia
de las decisiones y acciones de la elite porteña sino que también
contribuyó a delinear el destino de Buenos Aires. Es más,
no es posible comprender la política porteña de la época
si no se atiende a la participación plebeya[5].
Hoy en día el pueblo que habita las periferias de la ciudad también
puede recibir este nombre de bajo pueblo. Y nosotros creemos
firmemente que está llamado a tener un rol protagónico en
la celebración del Bicentenario.
Tal vez alguien podría afirmar que las Villas están habitadas
por muchos extranjeros. ¿Por qué incluirlos en nuestra
celebración? Pero en realidad, si algo no ha de resultar extraño
(=extranjero) a nuestra sensibilidad es precisamente el extranjero. Estamos
en un pueblo que a lo largo de su historia ha incorporado continuamente
a extranjeros, que aportaron valores de sus propias culturas[6]
Este año celebramos el Bicentenario de la Revolución de Mayo,
que inicia el proceso que terminará en la independencia de un nuevo
país, Argentina. Ahora bien, a partir de 2010 comienza una serie
de bicentenarios importantes para nuestro país: la bandera y la batalla
de Tucumán en 2012, la Asamblea del Año XIII y la libertad
de vientres en 2013, la independencia en 2016, el Cruce de los Andes en
2017, la batalla de Maipú en 2018, por citar sólo los más
destacados. Pero la década que se inicia no sólo trae celebraciones
para nuestro país, es una década americana. Porque en 1810
no sólo se formó una junta en Buenos Aires, sino que también
hubo juntas en Caracas, Santiago de Chile, Bogotá, Quito y en parte
de México. Porque nuestra guerra de independencia es
la misma que condujo a las independencias de Chile, Perú, Bolivia,
Paraguay y Uruguay, por citar sólo los casos cercanos.
En esa época la gente tenía dos identidades: el lugar donde
nació (así había salteños, mendocinos, porteños,
correntinos, cordobeses, potosinos, cochabambinos, limeños, asunceños,
etc.) y ser americano. No existían las identidades nacionales todavía.
Por eso, sólo podemos entender el proceso de la independencia si
lo vemos como un fenómeno americano y no sólo argentino. El
pueblo argentino nace en el espacio fraterno de la solidaridad latinoamericana
que no puede ser borrado de la memoria histórica[7]
Este es el Bicentenario de todos. Por eso, es también la celebración
de los bolivianos, paraguayos, peruanos, uruguayos y otros latinoamericanos
que viven en nuestro país, en nuestra Ciudad de Buenos Aires y por
consiguiente en nuestras Villas. Sería muy bueno que pensemos a los
años que vienen como una oportunidad para la integración;
que sea el Bicentenario de la integración.
Los vecinos de nuestros barrios de indudable condición social pobre,
no son simplemente carentes de dinero, sino que tienen un modo de ser, una
cultura propia. Hay en nuestras Villas una enorme riqueza cultural que ha
tenido como origen la llegada a la gran ciudad, de familias del interior
del país y de países limítrofes. Se respira y se vive
una cultura popular que tiene como núcleo la fe en Dios y en la Virgen[8].
Cultura popular que entiende el barrio ante todo como el vínculo
de los vecinos que anhelan vivir los valores de la fraternidad y la solidaridad.
Hay en la mayoría de los habitantes de nuestras Villas un deseo profundo
de progresar; pelean cada día por una vida más digna.
Por otro lado esta realidad se da en un contexto de marginación dentro
de nuestra querida Buenos Aires. Nos parece que hay entre otros, dos presupuestos
que dificultan la integración de nuestros barrios a la Ciudad y tienden
a deslegitimizar todo derecho del habitante de la Villa a vivir en este
sector de la Ciudad. El primero tiene que ver con la propiedad privada[9]:
no es su tierra, no pagan todos los impuestos, ni todos los servicios,
por eso no son ciudadanos. Y es así que los criterios más
pragmáticos de una sociedad capitalista privilegian el potencial
lucrativo de la tierra por sobre el derecho a la vivienda de los más
pobres. El segundo presupuesto tiene que ver con el privar de todo valor
a la cultura popular que allí se vive por identificarla a algunos
de los antivalores que se dan en ella[10].
Pero si miramos desde otra perspectiva constatamos que se da de hecho una
enorme desigualdad de oportunidades respecto de otros barrios. Los habitantes
de la Villa, cada uno con su rostro, su raíz y su esperanza, merecen
ser respetados e integrados al todo de la Ciudad. Para ello en primer lugar
es necesario escucharlos. Son vecinos de la Ciudad de Buenos Aires, no se
puede ocupar su lugar dejándolos al margen de las decisiones, sobretodo
en temas que afectan directamente a su vida. Para nosotros los más
pobres son sujetos de su propio destino, de su promoción humana integral.
Ahora bien, creemos que considerar a los más pobres no como objeto,
sino como sujeto, implica también reconocer que los más pobres
tienen una manera particular de pararse frente a la realidad, un modo de
situarse frente a la vida. No sólo dan que pensar, sino que piensan;
no sólo despiertan sentimientos sino que sienten. Tienen una cosmovisión
que ofrecer. Esto parece una verdad elemental, sin embargo, en la práctica,
a la hora de trazar políticas de Estado para estos barrios no es
suficientemente tenida en cuenta. Tal vez habría que decir que a
lo largo de los años las decisiones sobre las Villas cambiaron con
los sucesivos gobiernos. Entonces descubrimos por ejemplo que el verdadero
urbanizador ha sido el vecino común de la Villa. En muchos de los
casos fueron los mismos villeros los que hicieron habitables algunos sectores
de la ciudad ganando espacio a un basural, o rellenando una laguna.[11]
La celebración del Bicentenario en nuestra Ciudad de Buenos Aires
es una ocasión para reconocer al pueblo que habita la Villa como
un interlocutor al que hay que primeramente escuchar para entrar en un diálogo
fecundo. Por eso se trata de una escucha sincera y eficaz que lleve soluciones
reales, que ayuden a recuperar la confianza del vecino común de la
Villa en los funcionarios públicos, en la justicia etc.
Este tipo de escucha ciertamente ayudará a bajar los niveles de enojo
y de violencia que a veces vemos en los barrios. Por eso no alcanza conocer
el barrio a través de punteros políticos. No alcanza conocer
la Villa a través de la televisión o los diarios. No alcanza,
porque aquí estamos hablando de que se desatienden los derechos más
elementales: el derecho a la alimentación, el acceso al agua, a la
educación básica, al cuidado de la salud, a una vivienda digna.
etc. Estamos hablando aquí de derechos universales de todo ser humano
sin distinciones ni discriminaciones. Estos derechos elementales suponen
el cumplimiento de los deberes más elementales por parte del Estado.
Deberes que la Iglesia, las ONG, los grupos comunitarios de nuestros barrios
y la sociedad en general, tenemos también que asumir como propios,
según nuestras posibilidades. Esta es nuestra responsabilidad ya
que la solidaridad es algo de todos, no se le puede exigir todo al Estado[12].
En la gran ciudad muchas veces se reivindica el derecho a lo superfluo y
nos olvidamos que en la periferia de la misma se vulneran los derechos más
elementales[13].
El Evangelio de Jesús nos enseña que cada persona es sagrada,
cada una tiene una dignidad infinita y debemos respetarla. Esta Buena Noticia
debe ser anunciada y realizada entre los más pobres.[14] El programa
de Jesús, ese camino que va desde los pobres a todos, nos parece
un programa más que válido a la hora de trazar políticas
de Estado, a la hora de legislar y a la hora de juzgar.
En camino hacia la integración urbana.
Si tenemos pasión por el Bien, si realmente queremos pagar la deuda
social en los barrios más pobres de la Ciudad, la celebración
del Bicentenario se presenta como una gran oportunidad. La misma abarcará
un período de seis años; esto nos da la posibilidad de escucharnos
y a través del diálogo buscar consensos que nos permitan realizar
acciones concretas, que ayuden a integrar las Villas a la Ciudad de Buenos
Aires.
En un primer paso habría que buscar un método para escuchar
a los vecinos de las Villas, recogiendo así los deseos y necesidades
que el pueblo de la Villa experimenta. Tal vez por ejemplo se descubra que
primero desean una escuela cerca, o una guardería para que las mamás
puedan salir a trabajar y sólo luego cambiarle el nombre a las calles,
para que no sean los mismos nombres que las de otras calles de la ciudad.
Obviamente se necesita alguien en el Ejecutivo de la Ciudad de Buenos Aires
que tenga la mirada del conjunto de estas aspiraciones de los vecinos de
las Villas y articule la necesaria participación de distintos ministerios
y áreas del Estado, para que en lo concreto del trabajo de integración
de las Villas al todo de la Ciudad no se superpongan roles y funciones,
ni se actúe de manera desarticulada.
También es necesario más allá de las diferencias políticas,
el diálogo, el consenso y las acciones comunes entre el gobierno
nacional y el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sobre temas que hacen
a la promoción y al cuidado de los más pobres que viven en
las Villas de la Ciudad.
El Bicentenario nos da la posibilidad de mirar hacia delante, de proyectar,
de votar un presupuesto, de realizar acciones concretas y de evaluar los
objetivos consensuados. Por consiguiente es necesario una vez escuchados
a los vecinos de estos barrios trazar políticas de Estado más
allá de quien gobierne.
Estamos hablando entonces de un acuerdo social y político que favorezca
la integración de las Villas a la Ciudad. La deuda social es enorme,
visualizamos esta propuesta como un camino para alcanzar una mayor justicia
social.
Pedimos a la Virgen de Luján, Madre del Pueblo, que nos inspire los
caminos para celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión social.
- José María Di Paola, Carlos Olivero, Facundo Berretta y
Juan Isasmendi de la Villa 21-24 y N.H.T. Zabaleta.
- Guillermo Torre, Martín Carrozza y Eduardo Drabble de la Villa
31.
- Gustavo Carrara, Joaquín Giangreco y Hernán Morelli de la
Villa 1-11-14.
- Franco Punturo y Pablo Ostuni de la Villa 20.
- Sebastián Sury y José Nicolás Zámolo de la
Villa 15.
- Pedro Baya Casal y Martín De Chiara de la Villa 3 y del Barrio
Ramón Carrillo.
- Nibaldo Valentín Leal de la Villa 6.
- Sergio Serrese de la Villa 19.
- Enrique Evangelista de la Villa 26.
- Jorge Torres Carbonell de la Villa Rodrigo Bueno.
Equipo de Sacerdotes para las villas de emergencia
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 11 de mayo de 2010
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MAYO
2010-05-30
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