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Misiva de Carta Abierta n° 16.
Los temas de la sucesión llegan a escena.
BUENOS AIRES (TV Mundus) Por Redacción.- El grupo de intelectuales
de Carta Abierta fue un manto de aire fresco en la política nacional.
De distintos orígenes pero coincidentemente del campo progresista,
nacional y popular, se encuentran periódicamente en la Biblioteca Nacional
o en el Parque Lezama (como la vez que el ex Presidente Néstor Kirchner
los visitó tras haber perdido las elecciones parlamentarias de medio
término con Francisco De Narváez en 2009). En esta oportunidad
tuvieron una inmediata respuesta del sciolismo bonaerense. Más precisamente
Gustavo Marangoni, Presidente del Banco Provincia se tomó el trabajo
de escribir un resumen de la gestión del Gobernador bonaerense Daniel
Scioli, sin olvidarse de la manifiesta lealtal del mismo al proyecto kichnerista
del peronismo del cual pretende ser candidato.
A continuación reproducimos la mencionada Carta Abierta n° 16.
I
La Argentina, despertada de su larga decadencia desde hace más
de una década cuando pocos imaginaban que un viento sureño renovaría
nuestras esperanzas y expectativas, atraviesa momentos de honda significación
para el futuro de una sociedad que sigue estando en disputa. Mientras el gobierno
sigue dando señales claras de un rumbo asociado a la defensa de los
intereses populares, desde los centros del poder económico y mediático
se conspira contra la estabilidad monetaria y se busca debilitar y condicionar
el camino hacia octubre de 2015. Porque sentimos las urgencias y los desafíos
de la hora, porque nacimos para defender un proyecto capaz de ser portador
de muchos de nuestros sueños de justicia e igualdad, creemos necesario
tomar, una vez más, la palabra. Y lo hacemos con la convicción
de la potencia creadora que se guarda en esta experiencia política
que lleva el nombre de kirchnerismo; una experiencia que deberá batallar
duramente para garantizar su continuidad en los próximos años.
El debate político no es sólo confrontación de propuestas,
diseño de alternativas, análisis racional de los cambios que
la acción de gobierno produce en la sociedad. Si así fuera,
no resultaría difícil coincidir en la significación positiva
de la transformación producida por las gestiones de Néstor y
Cristina Kirchner, enfrentadas por una oposición ligera de aportes
y proyectos. Sin embargo, inciden también en la vida política
pasiones y entusiasmos menos fundamentados, problemas que los medios de comunicación
multiplican, exagerando dificultades y agigantando temores. De este modo,
ha podido sostenerse que algunos hechos criminales, gravísimos pero
aislados, anticiparían un crecimiento indetenible del delito, poniendo
a la sociedad en el límite de la indefensión, mientras que la
forzada devaluación del peso, medida obligada para retomar el control
de la coyuntura cambiaria, derivaría necesariamente en vertiginosos
aumentos del precio de las divisas que llevarían al descontrol de la
inflación. Estas señales de alarma son desmentidas regularmente
por la realidad, pero ello no impide que reaparezcan de modo recurrente. Sería
equivocado explicarlo sólo por el oportunismo de algún político
opositor o la persistente ofensiva mediática.
Las políticas en materia criminal, es decir las que no sólo
afectan intereses sino que deben lidiar con la vida y con la muerte, se enfrentan
al condicionamiento de una opinión pública altamente sensibilizada.
En toda sociedad los resultados de la acción gubernamental sólo
pueden evaluarse en términos globales, en porcentajes sobre la totalidad
social. Pero este necesario imperio de la ley de los grandes números
pareciera desconocer el valor de cada una de las vidas que siega un acto criminal,
lo que cada persona tiene necesariamente de absoluto. Frente a esta tensión
entre el dolor irredimible de los deudos de la víctima y una sociedad
que no detiene su marcha, corresponde brindar a los primeros consideración
y solidaridad. Pero será de mala política asignarles como
ocurrió en el caso Blumberg- el lugar del juez o del legislador. Por
eso la Constitución, priorizando la serena reflexión, excluye
la materia penal de las que pueden ser objeto de consulta popular. Prefiere
ignorarlo el sedicente candidato renovador que sigue recogiendo firmas interpelando
todos los dolores de la sociedad, agitando el fantasma de un gobierno de los
delincuentes para denunciar un proyecto de Código Penal que representa
un significativo avance porque moderniza un viejo texto desde una perspectiva
democrática y ha sido elaborado por un consenso plural. Los episodios
de linchamiento que tanto impactaron a una sociedad no habituada a estas respuestas
no son ajenos a este clima artificialmente creado por quienes medran con el
discurso del miedo para desvirtuar cualquier sentido de ciudadanía
y de solidaridad.
Tampoco contribuyen ni a la tranquilidad social ni a la eficacia de la prevención
quienes convocan a la guerra contra el delito, con un tono épico digno
de mejor causa, y promueven drásticas ampliaciones de la fuerza policial
que permitirían el retorno a filas de aquellos que fueron separados
por actos de corrupción y vejación a los ciudadanos. En la provincia
de Buenos Aires se inició hace años una reforma policial inspirada
en los criterios de la Seguridad Democrática y fue dejada sin efecto.
Sería deseable una reflexión seria de los responsables de ese
retroceso antes que seguir haciendo silencio sobre las reiteradas denuncias
de la situación en las cárceles y la violencia institucional
contra los más pobres, abusos que, por cierto, no son exclusivos del
primer estado argentino. Nada mas elocuente que la caracterización
de la Comisión Provincial por la Memoria que afirmó al respecto
: El despliegue de uniformados, asentados en la lógica de ocupación
territorial, construye un escenario bélico de control de los conglomerados
poblacionales pobres donde se localizan a los peligrosos, como
potenciales enemigos de los sectores que concentran mayores niveles de bienestar
económico. A unos se los controla, a otros se los protege, expresando
en las políticas de seguridad la legitimación de la exclusión
social y la estigmatización de los pobres.
La presentación de la tarea de represión al delito como una
guerra podría considerarse como un mero exceso retórico sino
fuera que ese discurso propicia hoy en el mundo la reinstalación de
los principios intervencionistas de la doctrina de la Seguridad Nacional.
En nombre de la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y el crimen
organizado, los Estados Unidos han creado una red internacional de secuestro
y detención de personas en condiciones inhumanas que pisotea las soberanías
nacionales y legaliza la tortura. No sería inteligente de nuestra parte
analizar las bravatas de nuestros paladines de la guerra contra el delito
al margen de esa ominosa perspectiva.
Si la cuestión de la seguridad se debate en un contexto fuertemente
viciado por un discurso intimidatorio que sólo puede ofrecer mano dura
y multiplicación de las cárceles, la discusión mediática
en el campo de la economía apela a un atávico saber convencional
que parece inmune a todos los fracasos del neoliberalismo. Responsabilizando
de la inflación al incremento del gasto público y la mejora
de los salarios, el discurso dominante demoniza la intervención estatal
y las políticas redistributivas y exime de toda culpa a los grandes
empresarios formadores de precios. Frente a esta manipulación que utiliza
la inflación para inducir políticas que favorecen la recesión,
el desempleo, la caída del salario y la concentración del ingreso,
la propuesta de precios cuidados, apoyada en un claro reconocimiento del fenómeno
de alza de los precios y en una precisa explicación de sus causas,
ha sido muy útil para develar el mecanismo que lleva a los aumentos,
para dar cierta transparencia al funcionamiento de las cadenas de valor y
para efectivamente cuidar el poder de compra de los sectores populares.
II
Hace algunas décadas la palabra globalización hizo pensar que se estaba ante un fenómeno nuevo en materia de ejercicio del poder mundial, en lo político y económico. La irrestricta movilidad de capitales, esencial a la lógica del neoliberalismo, implicó el auge de los modos de valorización financiera de ellos, que con el poder de ingresar y de retirarse sin restricciones de cualquier país, han facilitado un incremento de las crisis, inestabilidades y turbulencias en las naciones periféricas, consolidando y profundizando las asimetrías entre las potencias centrales y el resto de la comunidad internacional. Los inventores de ese vertiginoso concepto de globalización se basaban en hechos verificables producidos por una gran mutación tecnológica en el espacio telecomunicacional. La velocidad de transmisión en un único presente absolutizado de informaciones, símbolos y mensajes, prometía una transparencia inmediata para visualizar al mundo como una unidad abstracta que hacía circular millones de datos por segundo y creaba un ciudadano universal magníficamente conectado. Pero esos datos no son solo datos, sino modos de vida. Esa ciudadanía irrealmente postulada, dilapidaba su libertad en un océano de informaciones que hasta podían cobrar la forma de la escritura íntima, generando la ilusión de una democracia universal de opinión. Pero paradójicamente eran éstas las formas mismas que forjaban la dificultad para interpretar los nuevos poderes mundiales, yacentes en la supuesta inocencia de la teoría de la información, una de cuyas consecuencias es el debilitamiento de los lenguajes argumentativos y el control de la intimidad. Hay que volver entonces a poner la intimidad, su autonomía efectiva en peligro, en el marco de una crítica al procedimiento habitual de las grandes fábricas de ficciones de dominación y también a la lógica que preside la economía mundial.
III
Cualquier análisis serio debe partir de reconocer que las perspectivas
de la economía argentina se hacen gradualmente más inciertas
como consecuencia de la incidencia de la crisis económico-financiera
internacional, las restricciones de la demanda externa y, en particular, las
expectativas de un crecimiento limitado del Brasil, nuestro principal socio
comercial. En este contexto, el gobierno con el fin de limitar la fuga de
divisas (comportamiento inmodificado de los grupos económicos y financieros
locales y extranjeros aun en épocas de economía floreciente
como la última década), se ha visto obligado a tomar medidas
como el alza de las tasas de interés que pueden afectar el nivel de
actividad económica aunque sus efectos negativos son reducidos
con medidas compensatorias como el Programa Fondear-. Así, la conducción
económica actuó decididamente afrontando el intento de golpe
de mercado sin recurrir a una política ortodoxa de ajuste por la que
declama y opera el poder concentrado, pero merece una alerta constante que
por cierto están demostrando tener Kicillof y su equipo- la latente
posibilidad que, agotada la liquidación de las exportaciones agropecuarias,
se reiteren las presiones sobre el mercado cambiario siempre utilizadas para
desacreditar y/o desestabilizar gobiernos de signo popular..
La situación que llevó a devaluar la moneda -medida que incide
negativamente en el nivel de actividad económica- puso de manifiesto
la creciente extranjerización de la economía, la concentración
de la producción y el comercio exterior en pocas firmas y la fuerte
propensión a importar de la industria. Los componentes que inciden
más negativamente en la balanza comercial, como el fuerte crecimiento
de la importación de combustibles o la muy alta participación
de componentes extranjeros en la producción automotriz, tienen que
ver con las carencias estructurales de la economía argentina. La debilidad
en que se encuentra el Estado para actuar frente a la presión de las
grandes cerealeras que impusieron la devaluación, señala, por
otra parte, la imperiosa necesidad de adoptar medidas que avancen en el control
estatal sobre la oferta de exportación. El saldo de la década
tiene un sesgo muy marcado de reparación social y, sin duda, se ha
avanzado en el consenso sobre el rol prioritario que debe asumir el Estado
en la regulación. Pero el control del aparato productivo por agentes
empresarios con limitada disposición a invertir y escaso interés
por fortalecer un proceso de desarrollo tecnológico autónomo,
nos enfrentan al dilema de las opciones que permitan impulsar las tareas que
una burguesía transnacionalizada está lejos de asegurar. Dilema
que exige recuperar el debate respecto de la centralidad del Estado -incluyendo
su involucramiento productivo- para un proyecto de desarrollo nacional que
al mismo tiempo concentre el máximo de los atributos en cuanto a ampliación
de derechos, distribución de la renta, nuevos planteos de incorporación
social y medidas auto protectoras del vivir común.
Grandes empresas de telecomunicaciones, grandes capitales financieros que
fluyen de un país a otro maximizando sus ganancias especulativas, multinacionales
de la extracción de minerales, compañías petroleras con
directorios incesantemente intercambiables, fabricantes de semillas artificiales
que crean nuevas clases sociales agrarias sin conciencia social en la explotación
de las tierras fértiles de todo el planeta, asimismo interligadas a
grandes emporios comunicacionales, se aprestan a teledirigir las acciones
de los Estados independientes, aun de los medianamente poderosos. Es cada
vez más difícil gobernar estados nacionales independientes en
la era de la globalización, pues en este eufemismo, se albergan las
razones mismas que condicionan esa independencia, mientras guerras explícitas
o larvadas de cuño antiguo, nacionales o étnicas, siguen sacudiendo
distintos puntos estratégicos del planeta.
Pero donde hay poder hay resistencia. Más allá de la obvia transferencia
de ingresos a los exportadores y los grandes tenedores de divisas, entre los
que se debe contar la gran banca extranjera cuyo rol contribuye poca cosa
al crédito productivo, provocada por la devaluación, quienes
la impulsaron imaginaban que la gestión económica perdería
el control de la coyuntura, en un escenario de fuerte presión de las
demandas salariales, creciente alza de los precios internos y de la cotización
del dólar. En ese contexto, el gobierno de Cristina Kirchner se vería
obligado a transitar un sendero de ajustes sucesivos y recurrir sin condiciones
al crédito internacional, preparando de este modo al país para
el nuevo rumbo económico que esos sectores pronostican como inexorable
a partir del año 2015. Una presidenta que así abandonara el
camino de sus políticas redistributivas y transformadoras sostienen
con alborozo los voceros del establishment- quedaría debilitada para
incidir en su sucesión.
IV
Aun así en un contexto que dificulta la continuidad de las políticas
de expansión de la demanda, la presidenta se niega a una drástica
reducción del gasto e imagina a diario nuevas medidas que, como el
Plan Progresar, la Ley para reducir el trabajo informal y el significativo
aumento de la AUH, hacen a la identidad más profunda del kirchnerismo.
Siguiendo con esta capacidad creativa y renovadora, pero ya en otro terreno,
el gobierno tomó la decisión de crear el Ministerio de Cultura.
Algunos nucleamientos empresarios, reunidos en el Foro de Convergencia Empresarial,
han optado por plantear un programa máximo de retorno al neoliberalismo
que niega al Estado la posibilidad de financiamiento, rechazando toda posibilidad
de imponer retenciones a la producción del agro con un tono que
hace pensar que consideran esa medida como una violación a los Derechos
Humanos- y ubicando un derecho de propiedad que no admite restricciones en
la cumbre del orden jurídico, mientras adjudica al empresariado la
exclusividad de sujeto creador de valor y cosifica a los trabajadores. Otros
sectores del gran empresariado prefieren una línea menos agresiva,
pero esta actitud moderada no concurre menos que la anterior a presionar al
gobierno para imponer un consenso de política económica que
excluye toda radicalidad que sea apropiada para cuestionar las estructuras
sindicales obsoletas, aun intocadas. Estas obturan la intervención
política de los trabajadores y son funcionales a los intereses de los
sectores empresariales mencionados. Las palabras de Hugo Yasky el 1º
de mayo definen otras aspiraciones: La clase trabajadora no puede ser
convidado de piedra a la hora de definir las políticas de un país.
La clase trabajadora no puede mirar por televisión el rumbo de los
cambios. Ese protagonismo hay que construirlo todos los días.
No sólo en el campo de la economía se encuentran los nubarrones
que hacen difícil visualizar una salida política que garantice
la continuidad del proyecto. Los problemas para definir un candidato identificado
con lo realizado en ésta década revelan que el kirchnerismo
-sin duda la principal fuerza política en términos de militancia
y movilización- no ha completado aun el proceso de su constitución
como movimiento orgánico. Se ha avanzado mucho en estos años
en la adopción de un discurso que cobija en el Frente de la Victoria
tanto a los militantes provenientes del peronismo como a quienes se identifican
con otras tradiciones políticas. Esta confluencia, en su momento anticipada
por los peronistas más lúcidos como John William Cooke, marca
la superación de una larga etapa de divergencias signada por la afirmación
excluyente de un peronismo que pretendía ignorar sus propias contradicciones
como por la negativa de muchos sectores de izquierda para reconocer la centralidad
de la experiencia política de los trabajadores, en su singularidad
persistente. Sin embargo, aún no se ha logrado constituir una única
fuerza con todos los que se consideran militantes y adherentes al proyecto
democrático, nacional y popular.
V
El kirchnerismo se conformó como movimiento apoyándose en
la identidad del peronismo y en una estructura de poder conformada por gobernadores,
intendentes y dirigentes sindicales de la que resultaría difícil
prescindir. Son fáciles de comprender las razones políticas
e históricas que explican el rol del Partido Justicialista, pero es
necesario recordar que los rumbos principales de la acción política
en la última década no surgieron de decisiones orgánicas
del PJ sino de una iniciativa audaz desde lo alto del poder de gobierno, que
no tardó en recoger grandes adhesiones.
En la perspectiva de la renovación presidencial, la relación
entre kirchnerismo y peronismo es nuevamente puesta en tensión y se
debate cual es el espacio más abarcador. Cuando algunos dirigentes
sostienen que el kirchnerismo es sólo una parte del peronismo debe
tenerse en cuenta que una fracción significativa de la dirigencia proveniente
del justicialismo se encuentra en la oposición. En consecuencia, cualquier
propósito de reunificación indiscriminada del peronismo supone
el apartamiento de la línea seguida desde la asunción de Néstor
Kirchner. Si aceptamos que el tema central de la disputa política se
refiere hoy a la continuidad de este proyecto queda claro cuál es la
convocatoria que debemos formular.
La perduración de las identidades políticas plantea un debate
teórico difícil de saldar. A medida que se extendía a
sectores amplios del electorado, el peronismo ha ido perdiendo perfiles claros
y albergando propuestas contradictorias. El menemismo representó el
intento oportunista de adecuarse a la hegemonía neoliberal y someterse
a los dictados del poder económico, el kirchnerismo significó
el rescate de las mejores tradiciones peronistas y de otros legados equivalentes
del pensamiento emancipador. Aquella experiencia de gobierno tuvo, naturalmente,
el apoyo del poder económico y la derecha política; la que estamos
transitando convocó a un arco muy amplio de fuerzas populares. Esta
y no otra es la contradicción central en la política argentina,
y, aunque parezca paradójico, es necesario preocuparse tanto por la
consolidación del peronismo que apoya a CFK como por asegurar la más
amplia unidad popular en torno al gobierno nacional.
Por cierto que esta unidad popular nada tiene que ver con agrupamientos recientemente
constituidos, como el FA/UNEN, que no han podido siquiera llegar al mínimo
de coincidencias imprescindible para un pronunciamiento colectivo. Los límites
para el asombro no dejan de ensancharse en la política argentina: después
de la indefendible gestión del presidente expulsado en 2001, se consideró
que la Alianza no podía repetirse. Sin embargo, aquella desafortunada
iniciativa tenía por lo menos la disculpa de haberse constituido para
enfrentar a un gobierno reaccionario y, además, era un acuerdo de partidos
no un conglomerado de aspirantes al liderazgo mediático.
No ha pasado inadvertida la recurrente invocación en el discurso presidencial
de la figura de Raúl Alfonsín. No significa esto, seguramente,
que hayan dejado de considerarse discutibles algunas de las medidas de su
gobierno y gravemente reprochable al haber cedido ante la amenaza de golpe
otorgando a los sediciosos las leyes de impunidad, sólo que el juicio
histórico tiene que ser favorable a quien en su afán de profundizar
la democracia enfrentó el hostigamiento de las corporaciones y los
medios hegemónicos. Ese rescate de la mejor historia del radicalismo,
también alcanza a otras tradiciones populares a las que no son fieles
quienes se consideran hoy sus seguidores. Alfredo Palacios, adversario del
peronismo, en su momento, participó de los primeros movimientos antiimperialistas
de América Latina y fue un decidido defensor de la Revolución
Cubana. Difícilmente podría soportar la vergüenza de saber
que algunos de sus correligionarios hubiera votado contra el gobierno popular
de Hugo Chavez, blanco de todos los ataques y maniobras de los Estados Unidos.
VI
Esta convocatoria que hoy formulamos para seguir avanzando requiere del
concurso de todos aquellos que, más allá de críticas
y diferencias, reconocen los logros de la década transcurrida y quieren
asegurar la continuidad de la expansión de derechos y las profundas
transformaciones de estos años. El desafío es complicado porque
la desaceleración del crecimiento y las simpatías de algunos
gobernadores y dirigentes del PJ por una candidatura moderada son las dos
pinzas que dificultan una acción más decidida del gobierno en
la perspectiva del 2015.
Sería poco serio, casi podría considerarse una humorada, levantar
esta propuesta emancipadora y ponerla en manos de un candidato que no comparta
en lo esencial el rumbo seguido por Néstor y Cristina, a quienes siempre
animó la idea clave de la autonomía de la política respecto
del poder económico, idea opuesta a la concepción corporativa
de la articulación con los grandes intereses, ajena a la lógica
del conflicto como signo vital de una democracia transformadora, que reivindicara
Kirchner cuando visitara por primera vez nuestra Asamblea. Carta Abierta no
elige candidatos, aunque no renuncia a apoyar en su oportunidad a quien se
identifique más con el programa popular, pero tiene la obligación
de decir que el postulante hoy mejor instalado en las encuestas está
lejos de cumplir esa condición. El mejor candidato para esta patriada
difícil será aquél que se haya expresado en defensa de
las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, aspecto central de la
acción de gobierno, constituido, además, en reaseguro ético
del proyecto kirchnerista. Aquel que asegure seguir avanzando en el camino
marcado por Néstor Kirchner, cuando dijo ¡no al ALCA! en 2005,
y hubiera condenado los intentos de desestabilización de Venezuela
así como expuesto sus diferencias con las políticas de los Estados
Unidos para la región.
Las amables sugerencias para que el gobierno llegue sin tropiezos al fin del
mandato, formuladas por miembros del establishment empresario, la dirigencia
política y la corporación mediática, se parecen demasiado
a una amenaza que señala los peligros que podría generar cualquier
radicalización del rumbo económico o una más decisiva
intervención presidencial en el proceso electoral. Actuando con responsabilidad
en tan difícil coyuntura, la presidenta muestra a diario su vocación
por no renunciar al camino emprendido. Ese es también el deseo de millones
de argentinos, dispuestos a seguirla acompañando para iniciar en 2015
una nueva etapa del proyecto popular.
No obstante, cierto es el innecesario arbitrio al que se recurrió con
las cifras del Indec. Ciertas son otras circunstancias merecedoras de críticas
atinadas, pero no sobre la base de un rociador permanente de acusaciones combinadas
con acciones desestabilizadoras propias del mundo financiero -que nadie duda
que existen- por lo que se impone un cambio profundo de la legislación
financiera, que no sólo combata las presiones sigilosas y las que además
toman forma declarativa, sino que contenga la limitación de las superganancias
obtenidas por entidades concentradas. Por otra parte, asombra que buena parte
de las corrientes de opinión no favorable al gobierno, vaya tan lejos
en su complacencia con el elenco permanente de los agronegocios que no aceptan
ningún tipo de tributación fiscal, del empresariado insatisfecho
con todo lo que sea control estatal, acciones que todos ellos conocen muy
bien. Lo mismo ocurrió con la ley de medios: un gobierno que se empeñó
en ampliar derechos y democratizar los medios de comunicación, recibió
ataques brutales de los intereses afectados que redoblaban en ensañamiento
el tenor de las medidas con que eran concernidos en nombres de un obvio sentido
de democratización en la esfera política y productiva, que debiera
ser normal en cualquier democracia avanzada, en tanto rumbos comunicacionales
no sometidos a la lógica del capitalismo de la manufactura coercitiva
de imágenes, plusvalía evidente del neocapitalismo sin más.
VII
La oposición que comulga con la creencia que la Democracia existe
(o subsiste) si la protegen los grandes medios de comunicacion (o una buena
parte de ella) volatilizó cualquier noción de espacio nacional
autónomo, cuando festejó la acción de los fondos buitres.
Cuando admitió la captura de un embarcación militar argentina
en un acto de rapiña internacional. Cuando defendió las piruetas
políticas y militares de Gran Bretaña sobre las Islas Malvinas
o los informes dudosos del FMI. Y en una manifestación arrebatada de
su inconsciente antikirchnerista llegó a denunciar sin
evidencia alguna que no son respetados los derechos humanos de
los infaustos represores del pasado. También cuando dijo preferir un
intervencionismo de organismos vinculados al poder mundial financiero, antes
que los actos de un gobierno que estatizaba con las dificultades del
caso- las empresas de aerolíneas y petrolíferas, entregadas
irresponsablemente a empresarios de la globalización en las décadas
anteriores. Podrán hacerse muchas críticas a estas decisiones,
pero es evidente que existe la festejable la noticia de nuevos yacimientos
petrolíferos, que necesariamente deberán explotarse en el marco
del estricto control estatal-nacional de las empresas contratistas internacionales
que intervengan. Será el caso, al mismo tiempo, que no se eviten las
consideraciones sobre los dilemas ambientales y ecológicos que pueden
presentarse y deben evitarse. Cuestiones que merecen un debate conciente y
riguroso, que deben evitar llevarnos al ambientalismo de la globalización,
preparado por las mismas empresas contaminadoras como ejercicio de control
de los desarrollos regionales, sino a una doctrina efectiva de convivencialidad
tecnológica con una naturaleza a la cual preservar de daños
que perjudiquen la vida humana.
El kirchnerismo toma decisiones constantemente acosado, responde con medidas
avanzadas y muchas otras que pertenecen a un realismo imbuido de razones que
provienen de los condicionamientos internacionales, medidas que son acerbamente
criticadas no por lo que tienen de también obvias para un conjunto
de intereses empresariales-comunicacionales que harían lo mismo en
tales casos, pero peor. Esto es, sin vestigio de conciencia autonomista y
emancipatoria, y con una población, cada vez más despojada de
la venerable idea de plena ciudadanía, modelada evidentemente por la
doctrina antiestatalista del gobierno de los medios. Estos actúan con
sus sabuesos y comediantes demoledores del espacio público, antes que
como reales fiscales del pueblo, noción que no es inadecuada si no
alberga el deseo profundo de sustituir el funcionamiento real de las instituciones
de justicia. Nadie anhela negar problemas, pues la esencia de la política
es reconocerlos, revelarlos, resolverlos. Otra cosa es la jerga globalizada
que dicta su semiología obligatoria a las sociedades del espectáculo
el otro polo de las localizaciones mundiales donde hay guerras nacionales
o intersectoriales-, reemplazando los antiguos conceptos de libertad por los
de seguridad, dejando flotar en el pensamiento colectivo nociones revanchismo
súbito que abren la puerta para que en ciertos casos puntuales el ciudadano
que sostenía procesos de ilustración y participación
democrática, pueda esbozar en un minuto de terror personal, el rostro
terrorífico del linchador. Un ámbito de ilegalidad en la circulación
de nuevas mercancías, el tráfico de drogas como nuevo orden
del valor de cambio y el valor de uso de sociedades que ignoran que sus instituciones
legales crecen a la sombra de este ilegalismo mundial, es también un
hecho de la realidad universal cuyos efectos prácticos es crear desdoblamientos
clandestinos de los Estados y al mismo tiempo controlar por dentro instituciones
vitales de éste. Como explicación superficial de estas nuevas
condiciones del orden político mundial, se obtiene una línea
de trabajo constante: el vaciamiento de la legalidad democrática de
los Estados sería culpa de los Estados realmente democráticos.
Este es un nuevo tipo de gobierno globalizado sobre la conciencia colectiva,
que crea espacios simbólicos de fuerte contenido ficcional que tienden
a la no política, al cualunquismo, a la fabricación de personajes
del mercado salvaje de consumos culturales, de los que de alguna forma son
tributarias en su lenguaje y expresividad- las formaciones postpartidarias
como el Pro y en alguna medida el FA/Unen, a pesar de que su conciencia falaz
los lleva a algunos a denominar como centroizquierda lo que en verdad es un
nuevo tipo de centroderecha y hasta de derecha a secas. De este nuevo estilo
de gobierno inmaterial salen candidatos para la vida política desprovistos
de mínimas espesuras históricas, actores populares, presuntos
cómicos, presentadores de la televisión nocturna, siempre que
consideren que el botín político no sea inferior al papel que
ya ejercen de directores de conciencia de un consumo cultural sin historia
ni fundamentos reales en el genuino arte popular de masas, tal como fue concebido
por la modernidad. Como resultado de esto, se han devaluado trágicamente
palabras como izquierda y derecha (aún con las deficiencias que provienen
de su uso dicotómico) y es así que los partidarios de políticas
represivas duras con pérdida de derechos individuales, de modificaciones
regresivas en los regímenes de tributación, de pérdida
de conquistas laborales, de alineamiento con las potencias y sus siglas emblemáticas,
FMI, DEA, OEA, se resisten a asumirse como de derechas y prefieren apropiarse
con ensueño juvenil de la camiseta del centro izquierda. En el baile
de máscaras de la política argentina hay quienes pretenden colocarse
un ropaje que no les corresponde. Pero esta no correspondencia es parte sustancial
del drama de la hora.
VIII
Cada día que pasa la encrucijada estrecha expectativas, acorrala
posibilidades. No es imaginable que una experiencia política que descartó
el canon típico de la política nacional, sea declarada como
un episodio travieso que, de pronto, fuese absorbido por los sistemas de dominio
más menguados y dispuestos a sumarse a una nueva era de normalización.
De entre los muchos conceptos que se escuchan, resalta el de unidad
del movimiento. Si el kirchnerismo del loco pudo imaginar
que el peronismo se adentraría en sus llamados renovadores, hoy un
rumor no tan subterráneo susurra que hay que llevarse al loco
para que impere el peronismo como abstracción incrustrada en una única
forma inmóvil de la historia nacional. La prueba de la elasticidad
del justicialismo, como en los cuentos de Sherazade, cada vez aumentando su
indiscriminada admisión de nuevos prodigios, es que el paladín
con el que muchos buscan cerrar las originales evidencias que comenzaron a
percibirse desde mayo de 2003, proviene de los astilleros y cámaras
de seguridad del Tigre, pero en acepciones más versátiles puede
identificarse en los movimientos de quien, al revés que en la mitología
clásica, parece haberse transformado en el anhelado Minotauro Justicialista
sosteniendo el hilo de Ariadna que lo lleve desde su despacho gubernamental
en la poco laberíntica ciudad de La Plata hacia destinos mayores. Así,
se apocaría el mito, retrocedería el país.
No es decir nada nuevo que una parte del PJ confluyó con la corporación
agromediática (el massismo es hijo de esa confluencia) en los días
de la resolución 125. En esos tiempos calientes en los que tantas cosas
fueron puestas sobre la mesa, y en los que los actores asumieron sus papeles
en el drama de la historia, el kirchnerismo encontró su nombre y su
potencia, pudo darle palabras a su desafío y a su proyecto. En esos
días, también, algo inevitable volvería a sacudir al
peronismo. Hoy, cuando todo sigue estando en disputa y bajo la forma del riesgo,
regresa la amenaza de la restauración.
Lejos, muy lejos del espíritu de lo fundado por Néstor Kirchner,
se encuentra el diagrama de aquellos que buscan concretar el final de un ciclo
pronunciando otro nombre muy diferente al que talló de manera inesperada
lo mejor de un país que se reencontró con una oportunidad que
ya no alcanzaba siquiera a imaginar. Un nombre, el del kirchnerismo, que tendrá
que enfrentarse a sus límites y contradicciones, a sus debilidades
y a sus errores, pero que, sobre todo, tendrá que profundizar el núcleo
desafiante y novedoso que introdujo en el interior de una sociedad desesperanzada.
Y tendrá que hacerlo sin renunciar a esa impronta, sabiendo que no
es posible ni justo replegarse hacia una política testimonial preparándose
para otro tiempo más lejano que, cuando supuestamente llegue, volverá
a encontrar un país desolado por la inclemencia de los poderes corporativos.
Por eso, el futuro tiene algunas líneas previsibles que pueden extraerse
de todo lo actuado, y todas las zonas imprevisibles que se imaginen, pero
es necesario advertir que las derechas mundiales, activas en nuestro país,
se hallan esperando el derrumbe violento o inducidamente degradado de gobiernos
populares latinoamericanos, buscando referencias en poderes mundiales que
manejan la ilegalidad de un orden que también dice ser ley republicana,
deshilachando las necesarias autonomías políticas nacionales.
Pasivamente, sectores amplios de la población aceptan el desfondamiendo
al que pueden someterla los mandos generales mediáticos, clientes de
los poderes generales de la globalización de los que éstos a
la vez son clientes. Hay una lucha que de definirse de cierta manera, significaría
la abrupta entrada de la Argentina en una globalización incierta y
maniatada, sea la que provenga de las viejas áreas imperialistas o
de las acciones económicas mundiales de las nuevas formas de capitalismo
en las viejas naciones de Oriente, ante el que hay que evitar ser la nueva
periferia de la nueva metrópolis que obligue a economías reprimarizadas.
Una amenaza inminente deviene de la presión para la firma del tratado
de libre comercio entre el MERCOSUR y la UE, cuya matriz se inscribe en el
paradigma neoliberal.
Había épocas en que se buscaba al buen burgués. Ahora
se busca al manso grupo político que, sea cual sea, muestre sus mejores
méritos en la subordinación a este neo-mesianismo empresarial.
Dicho lo cual, no parece haber dudas de que un desemboque de la encrucijada
argentina en un gobierno dirigido por los neoconservadorismos de cualquier
cuño acentuarían todos los rasgos, sumariamente comentados aquí,
de un retroceso nacional. Anuncios programáticos de esta regresión
ya se hacen en los gabinetes de servilismo colectivo camuflados en los movimientos
populares. Es la entrada compulsiva a la globalización acrítica.
Es cierto que hay derechas de las derechas, así como derechas nuevas
y derechas viejas, globalizaciones de color amarillo la política
como equivalente de las producciones Disney- y globalizaciones de color naranja,
fundadas en antiguas leyendas nacionales ya fosilizadas. Cada ciudadano podrá
alojar en las urnas su sentimiento sobre el mal menor, lo que
es tan dolorido como la ausencia de grandes alternativas que recojan la vivacidad
de un legado. Pero no descartemos que nuevos reagrupamientos puedan hacer
verosímil de modo no ofensivo ni inocuo- esta previsión
esperanzada en cuanto a que no quede en los dominios de los emisarios de retroceso
interno y externo al peronismo-, un próximo capítulo de
la historia nacional.
El kirchnerismo pudo ser definido como la extravagancia de una historia nacida
de lo inesperado y que se deslizó por una grieta mal cerrada del muro
de un país desguazado. El resultado de este acto dispuso una interpelación
colectiva y excepcional que parecía provenir de otros tiempos y de
otros corazones, y que a lo largo de esta década obtuvo numerosas interpretaciones
y valoraciones. Pero no puede discutirse que se manifestaba en la encrucijada
de un presente que pudo, gracias a su aparición a deshora, desviar
una ruta de carencia, injusticia y desolación para dirigirse, a veces
con la intemperancia de lo inaudito, a veces con medidas que reclamarían
mayores precisiones, hacia la reconstrucción y la reparación
de una sociedad descreída. No puede negarse que, hijo de la ironía
de la historia, miles y miles se descubrieran de nuevo alborozados por antiguas
y nuevas militancias, de esas que entrelazaron el legado con la modernidad.
La hora dilemática del kirchnerismo es ésta: seguir conmoviendo
el sentido común de una sociedad que nunca imaginó que pudiera
ser contemporánea de un giro histórico o desembocar en la resignada
aceptación de un fin de ciclo que se materializaría en candidaturas
que nada han tenido que ver con el ímpetu rupturista de lo iniciado
en mayo del 2003. Las cenizas de la resignación flotan en el aire entremezcladas
con los destellos de la transformación. El peligro de la regresión
está afuera y adentro. No hay cartillas ya escritas. Hay una responsabilidad.
La nuestra es seguir reafirmando lo que ha significado y sigue significando
la apelación del kirchnerismo, que de ser palabra desconocida pasó
a ser palabra pronunciada con los distintos matices y dificultades bien conocidas.
No puede ahora ser una palabra caída.
Con esta apelación, que recoge lo mejor de una década preñada
de novedades y transformaciones y que también se hace cargo de las
dificultades y de los desafíos que se abren de cara al futuro, nos
comprometemos, una vez más, a defender las iniciativas del gobierno
nacional consustanciadas con los intereses de las mayorías populares.
Un camino signado por la voluntad inquebrantable de Cristina de avanzar, hoy
como ayer, con las banderas de un país más justo. De esa voluntad
acompañada por millones de compatriotas saldrá la mejor opción
para dar la batalla electoral del 2015.
FUENTE:
http://cartaabierta.org.ar/index.php/carta-abierta-16
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JUNIO 2014-06-07
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