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POLÍTICA UCR |
Leopoldo Moreau impulsa el retorno al alfonsinismo.
BUENOS
AIRES (TV Mundus) Por Daniel do Campo Spada.- Los procesos político
no son puros ni lineales. Por ello se pueden ver más coincidencias
entre el actual gobierno peronista de Cristina Fernández y el del radical
Raúl Alfonsín (Derechos Humanos, inclusión cultural,
latinoamericanismo, etc) que entre los pertenecientes a sus mismos partidos.
La UCR de Morales o Sanz hoy están más cerca de Menem que el
propio Frente para la Victoria por ejemplo. Por ello es rescatable el intento
del dirigente radical histórico Leopoldo Moreau que relanzó
el alfonsinismo (de Raúl, por supuesto). Por ello dio a conocer un
manifiesto invitando a refundar el partido de Hipólito Yrigoyen que
hoy parece tan alejado de sus principios originales.
En el sitio web http://www.leopoldomoreau.com.ar/movimiento_nacional_alfonsinista
se pueden adherir todos aquellos (y que no son pocos) que quieren recuperar
la dignidad radical. A continuación transcribimos los lineamientos
propuestos:
DEMOCRACIA PARA SIEMPRE. PATRIA PARA TODOS
Movimiento Nacional Alfonsinista
MANIFIESTO FUNDACIONAL del MNA
En su libro Fundamentos de una República democrática, Raúl
Alfonsín sostenía: La democracia está siempre vinculada
a la pretensión de lograr la transformación del poder entendido
como forma de dominación.
Los treinta años de estabilidad democrática constituyen un período
lo suficientemente extenso para haber superado problemas del pasado y, a la
vez, encontrarnos con nuevos desafíos. Pero particularmente han significado
el recorrido de un camino de experiencias que deben dejarnos enseñanzas.
Una de ellas es que, a pesar de la mutación de las relaciones de poder
que le ha dado supremacía a la soberanía popular y, precisamente
por esa razón, los poderes fácticos dejaron de lado, felizmente,
la pretensión de voltear los regímenes democráticos pero
no su aspiración de tutelarlos o restringirlos.
Desde el primer minuto del 10 de diciembre de 1983 en adelante esta puja entre
el poder democrático y los poderes corporativos estuvo presente en
cada paso que se iba dando. La estabilidad institucional de la que hoy gozamos
fue ganada trabajosamente por el gobierno de la transición, que no
sólo supo resistir los ataques de los sectores autoritarios y retrógrados
que se sintieron desplazados sino que, además, avanzó sobre
ellos con las políticas de memoria, verdad y justicia y la ampliación
de derechos civiles que el oscurantismo negó durante décadas
a los argentinos.
Mucho más tiempo se tardó en hacer lo propio con las corporaciones
económicas y mediáticas. Por el contrario, en este caso fueron
ellos los que obtuvieron triunfos coyunturales pero con duras y devastadoras
consecuencias para el tejido social de la Argentina que nos llevaron al borde
de la dolarización de la economía y de la disolución
del Estado nacional; un riesgo que estuvo a la vuelta de la esquina en el
2001. Pero en este caso también la democracia y su instrumento más
poderoso, la política, reaccionaron y nos alejaron de esos peligros.
Lo que no se pudo evitar fue pagar y, en alguna medida, seguir haciéndolo-
las consecuencias de lo que se dio en llamar el neoliberalismo. A pesar de
los logros alcanzados, sus efectos todavía se sienten en materia de
exclusión y seguridad ciudadana. Herencia que nos dejó la antipolítica
y de la que hoy debemos hacernos cargo desde la política.
Sabemos que transitamos una democracia todavía imperfecta pero también
sabemos de dónde venimos. Por eso jamás confundimos el escenario
de las dificultades que aún subsisten con lo que nos tocó vivir
en la etapa negra de las dictaduras militares o en la década menemista
de la entrega del patrimonio económico, social y cultural de nuestra
patria.
La mayoría de nosotros nos sentimos identificados, incluso continuadores,
de las corrientes del pensamiento nacional, popular y progresista: el Yrigoyenismo
primero y el Alfonsinismo después.
No por ello excluímos, sino más bien, convocamos e incluímos
a hombres y mujeres provenientes de otras corrientes históricas populares
o del progresismo nacional, porque sabemos que no todo está ganado
y, por el contrario, que la batalla por la consolidación y la profundización
de la democracia y una equitativa distribución del ingreso continúa.
La experiencia que hemos acumulado nos enseña que hay que reunir mucho
apoyo y masa crítica para seguir ampliando los derechos de los ciudadanos
en detrimento de los privilegios de las minorías, que siempre están
al acecho para volver a imponer sus condiciones. No es una conclusión
que nazca de una mirada conspirativa de la historia sino de la historia misma.
Queremos construir sobre lo hecho. No nos confundimos. Nada ni nadie nos moverá
de al lado del pueblo, ni de la defensa de los objetivos nacionales. Pretendemos
representar la ética de la solidaridad y no los intereses de los grandes
grupos económicos de adentro y de afuera.
Tenemos en claro que la disputa de ayer fue lograr la supremacía de
la soberanía popular sobre el autoritarismo y que el eje de las tensiones
de hoy es el modo de la distribución del ingreso.
Para nosotros las políticas públicas son la herramienta para
dirimir, en favor de los sectores postergados, esa tensión. La mayor
deuda de la democracia es la desigualdad estructural de la sociedad. Falta
camino por recorrer. Tenemos que alcanzar un seguro nacional de salud que
termine con el despilfarro en un área esencial que hace a la calidad
de vida de las mayorías. Tenemos que recuperar el significado y la
jerarquía de la educación pública. Tenemos que ampliar
y reforzar las políticas de la seguridad social. Tenemos que promover
una política de tierras que permita el acceso de los sectores populares
a la vivienda. Tenemos que reconstruir y perfeccionar nuestra infraestructura
básica.
Tenemos que repensar el territorio nacional generando una regionalización
que encause las energías de los ciudadanos, las organizaciones intermedias
y los gobiernos locales, impulsando un diálogo en la dinámica
Estado-Sociedad que promueva la participación ciudadana. Poniendo de
acuerdo los actores sociales en la base territorial del país podremos
alinear políticas sociales, económicas, ambientales y productivas
y encausar todas las demandas de la sociedad.
Pero el pase del crecimiento al desarrollo, que requiere planeamiento e inversión,
sólo pueden asegurarlo las fuerzas populares, nacionales, democráticas
y progresistas. Sobre todo si queremos que los resultados de la política
económica se midan por los resultados en la calidad del desarrollo
humano de nuestros compatriotas.
Consolidar un país industrial, soberano y solidario implica tomar partido,
sin vacilaciones, en los dilemas políticos que nos plantea la puja
distributiva.
Ponemos en marcha el MOVIMIENTO NACIONAL ALFONSINISTA con el objetivo de recuperar
y reavivar las mejores tradiciones de nuestra cultura política, que
supo hacer historia grande cuando no se apartó de los intereses nacionales
y populares. Nos organizamos para no ser rehenes del sensacionalismo, la superficialidad
y el vacío político al que quieren empujar a la sociedad. Por
eso convocamos a comprometerse en este esfuerzo a los jóvenes que sueñan
con el cambio, a los argentinos que estudian, trabajan, producen, crean e
invierten. Pero también a todos nuestros compatriotas que, empujados
a la exclusión, algunos pretenden dejar cristalizados en la pobreza
estructural manteniéndolos marginados de la sociedad, estigmatizándolos
por su piel, por su origen o por su condición.
Tenemos en claro que disociar la política de la economía y la
cuestión social es un ejercicio voluntarista que nos transformaría
en una fuerza testimonial o simplemente electoral, sin vocación ni
proyecto de poder.
Y nosotros no queremos ser nada de eso. No tenemos derecho ni a la resignación
ni a la mediocridad ni al oportunismo ni, mucho menos, a la claudicación.
Porque nuestra raíz proviene de luchas populares, que no pueden ser
bastardeadas ni ignoradas al momento de decidir de qué lado estamos
hoy.
Por supuesto que le damos a la política una dimensión ética
pero no sólo de moral individual sino también de moral colectiva.
Y eso significa trabajar por los que menos tienen.
Sabemos desde siempre que el contexto para sostener nuestra autonomía
nacional es la integración con nuestros países hermanos de América
Latina y el Caribe. Y por esa razón saludamos con esperanza y alegría
los enormes avances que en los mejores momentos de nuestra democracia iniciamos
desde el Mercosur, continuamos desde la Unasur, culminando en la Celac. Muchos
tal vez creyeron que el alfonsinismo era una corriente de pensamiento y acción
destinada a los recuerdos o a la nostalgia sin advertir que su vigencia está
en sus aciertos y su coherencia, que hoy le permite volver a irrumpir en la
escena política para construir y no para destruir, para articular y
no para desunir, para fortalecer y no para debilitar la democracia que entre
todos fundamos hace treinta años atrás.
La consigna con la que convocamos es sencilla. Pero irrenunciable: Democracia
para siempre y Patria para todos.
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OCTUBRE 2014-10-12
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